Esta aficionada a la panadería relata cómo se conectó con este mundo a raíz de la pandemia, durante la cual hizo 6 cursos online de IEPAN. Detalla cómo el acompañamiento permanente de los profesores la motivó a hacer pan por primera vez en su vida

Diana Nasrallah cocina a diario para su familia y le gusta la repostería desde pequeña, pero nunca había hecho pan; hasta que llegó la pandemia e hizo el primer curso de IEPAN, en remoto, a través de la plataforma Zoom.
“Comencé en el encierro por el confinamiento por el COVID. Buscaba distraer mi mente haciendo algo distinto, positivo, pero tenía que ser en casa”, nos explicó vía Whatsapp, desde su casa en Estados Unidos.
Diana es mexicana y vive en Texas, con su familia. Tiene 2 hijos, uno de 23 años y otro de 16.
Su amiga Mercedes Moncada, una venezolana residente en Estados Unidos, quien para aquel momento estaba haciendo uno de los cursos online de nuestra escuela, fue quien le recomendó que se inscribiera en uno de los talleres de inducción panadera, por Whatsapp. Para ese momento, nos contó, desconocía cómo funcionaba la levadura y esto la intimidaba.
“Empecé haciendo los cursos de panes conocidos internacionalmente y me fui enamorando de los panes venezolanos, conforme escuchaba a mis profesores y compañeros platicar sobre estos, porque algunos alumnos venezolanos estaban fuera de su país”.
Durante la pandemia, hizo seis cursos de panadería artesanal a través de las plataformas online: el de Pan Gallego y Campesino de Olivas Negras, el Especial de Pizzas Rústicas y Crujientes, el de Trenza de Leche, el Pan de Pascua Alemán Stollen, el de Pan de Jamón y la Trenza de Navidad. El último fue el de Golfeadomeloso.
Diana se dio cuenta de que, durante el aislamiento por el COVID, al seguir las recetas para hacer pan, se relajaba. Seguir el paso a paso, amasar, hornear y degustar el producto final. Esto le hacía olvidar el confinamiento y todo lo que trajo.
“Comencé a apreciar algo tan básico e indispensable como la harina, la levadura y el agua. Aprendí cómo los podemos transformar en algo tan exquisito y agradable como un bollo o un pan rústico”, explicó.
La curiosidad por el rol venezolano
Cuando en uno de los cursos que hizo, unos compañeros venezolanos mencionaron el “golfeadomeloso”, el nombre le causó gracia y, luego, intriga.
“No sabía de lo que hablaban, pero los describieron tan meticulosamente deliciosos, que me causó mucha curiosidad”.
A ella le sorprendió que le aclararan que, aunque se parecía, NO era un rol de canela.

“Me dijeron que era uno de los panes tradicionales dulces más exquisitos de Venezuela y que iba bañado o enchumbado, como dice el profesor Juan Carlos Bruzual, de melcocha”.
Apenas terminó uno de los talleres que estaba haciendo, pidió “a la señora Nelly Bruzual” (la coordinadora de los cursos online de nuestra escuela), para que le hiciera el favor de enviarle una foto de los golfeados, porque quería conocerlos.
Así que, finalmente, se dio la oportunidad de aprender a hacer los golfeados y, al probarlos, se enamoró. “Son deliciosos”.
-Diana, ¿cómo te fue haciendo los cursos en plataformas digitales?
-La modalidad Whatsapp y Telegram me permitieron tomar los cursos en mis horarios y tiempos disponibles. Eso ha sido lo más maravilloso. Ver en los vídeos, el paso a paso, me dio la información visual que necesitaba para comprender cómo es la elaboración. Eso me dio seguridad. En especial, esto es bueno para los principiantes, los que nunca han hecho un pan.
Diana destacó que los videos le permitieron ver una y otra vez el proceso de amasado y tratar de replicar los movimientos. «La guía es muy detallada, en ésta nos indican los ingredientes y las distintas formas de elaboración: si es a mano, en máquina de cocina o en máquina profesional”.
-¿Y qué tal las clases por Zoom?
–Las clases por Zoom me dieron más confianza para comenzar a aprender a hacer pan. Con la clase en vivo, me sentía acompañada por el profesor, aunque en la pantalla. Mis profesores fueron excelentes, todos. Si por alguna razón no se podía ver bien la masa en la pantalla, tomábamos foto y se la enviábamos al profesor, en el momento, y él nos iba orientando. Después de la primera clase por Zoom, tomé varias más.
-¿Hay algo que te llamó la atención de los cursos?
– Me cautivó desde el inicio la disponibilidad de los profesores para que todos lográramos nuestro objetivo juntos. La clase no se acababa hasta que TODOS sacáramos el pan del horno y lo cortáramos. Si algo nos salía mal -pasó varias veces, por ejemplo, que a un compañero se le olvidara ponerle algo a la masa-, el profe orientaba a mi compañero, le daba más tiempo y lo alentaba a que siguiera adelante. Eso fue algo invaluable.
-¿Qué detalles aprendiste que no sabías?
-Por ejemplo, el modo de acomodar nuestros ingredientes (mise en place), cómo formar un volcancito “de boca ancha”, como dice nuestro profesor Juan Carlos. O el amasado con esos movimientos con las manos, delicados pero a la vez, intensos. También podemos ver cómo se van formando los hilos de gluten, términos que un principiante como yo no logra comprender, si no lo visualiza.
Ella comenta que algunas clases fueron muy largas, pues el pan toma sus tiempos. “Pero fueron muy amenas, buenas charlas. Así fue mi introducción a los panes venezolanos. En ese momento, me transportaba a un salón de clases, olvidándome de que estaba en la casa¨.
Dice que aprendió mucho de los comentarios y observaciones de sus compañeros/as: “Adelina, Hicha, María Margarita… estos son solo algunos nombres que recuerdo, pero ¡hubo tantos! Recuerdo su entusiasmo. Eran migrantes venezolanos en otros países reunidos por un mismo interés: aprender a hacer pan.
Diana mira hacia atrás y afirma que se ha dado cuenta de que aprender sobre la elaboración de pan no solo le ha dado gratificaciones instantáneas, como enriquecer su paladar y el de su familia.
“Hoy me doy cuenta de que me ha enriquecido a largo plazo, porque me enseñó la difícil pero domable virtud de la paciencia, de la perseverancia, del buen trabajo hecho con conciencia y con la remuneración invaluable del amor. Amor a mí misma y amor a mi familia, con quien comparto el pan. Tengo que confesar que en un inicio me producía todo lo contrario: miedo y angustia, pero con la práctica, fui perseverando y esos miedos se convirtieron en alegrías, gozo. Hoy puedo decir que lo disfruto enormemente. Muchísimas gracias a IEPAN por haber enriquecido mi vida’.
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